El domingo que marca las horas, el del preludio más esperado, la víspera soñada. Clareaba la luz azul de la mañana que se colaba, tenue, por las vidrieras de Santiago y el templo de dura y fría, pero no menos hermosa piedra, austero, pesado y armónico a la vez se iluminaba con la hermosa tristeza de unos ojos grandes de mujer andaluza ahogada en un llanto sublime por tremendamente bello.
Era la hora temprana de un domingo, el de pasión, y Ella, eterna Reina en su infinita Soledad, esperaba para que se abrieran las puertas y el cañón de luz que entrara por el portón de los sueños llevara hasta ella el ansiado beso que, el mismo sol, quería posar en sus manos siendo él el primero, sí, el primero en besar la mano de la que es reina de un barrio entero. La luz de el arrabal más castizo de Lucena se posó en tu mano, te besó y te acarició para que ya toda Lucena, tras de sí, fuera a apaciguar tu pena con un beso dulce.
Un trabajo de @gitanitofotografia @gitanitophoto para Videoluc TV. (Agradecer a la Hermandad de Ntra. Sra. de la Soledad las facilidades prestadas para la realización de este reportaje).