Y, cuando San José sale con su Niño del brazo, todo huele a Araceli. El más bello preludio, con una tarde azul y blanca en el cielo, cuajada de verdes y blancos de azahar, con un aroma que incluso embriaga la plaza Nueva.
San José al llegar a San Mateo hizo la reverencia ante su esposa, María en el Ara Coeli. La Sagrada Familia, dos años más tarde, volvía a estar frente a frente en el devocionario de Lucena. Todo se prepara, los capirotes de teja verde y las túnicas blancas del maestro artesano se alejan en el azul añil de la caída de la tarde y las luces de la noche. Va San José de vuelta, la próxima vez que el Niño vuelva a pasear las calles de Lucena será en los brazos de la Madre dulce y buena.
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