Hasta la fecha, se atribuía la imagen a Muñoz de Toro y Borrego en el ecuador del siglo XIX
La reciente restauración de Nuestro Padre Jesús Cautivo de Medinaceli de Lucena ha permitido, además de devolver el esplendor a esta antigua talla, revelar valiosos datos sobre su verdadera historia y autoría, así, se ha descubierto que la imagen fue tallada por el retablista Diego de Ramos a principios del siglo XVIII y no, como se atribuía hasta la fecha, por Pedro Muñoz de Toro y Borrego en el ecuador del siglo XIX.
La Cofradía Franciscana de Pasión ha presentado la imagen recién restaurada cuyo complejo proceso de restauración y conservación, iniciado el pasado 15 de noviembre, se ha desarrollado en el taller de los artistas Manuel Espejo Mármol, de Lucena y Miguel Ángel Sánchez Jiménez, de Montilla
La restauración ha permitido subsanar importantes daños estructurales y dotar a la imagen de una nueva peana, corrigiendo su disposición y anclaje sobre ésta. El proceso ha permitido descubrir hasta cuatro policromías sobre la talla: la original de 1713, la atribuida a Andrés Cordón en 1804, la que realizase Pedro Muñoz de Toro y Borrego en 1840, aproximadamente, y la ejecutada por Manuel Luque Bonillo en 1996.
Lo más destacado ha sido el hallazgo en el interior de la mascarilla de la imagen de dos documentos manuscritos que arrojan nueva luz sobre su verdadera autoría.
El primero, firmado por Diego de Ramos en 1713, revela que este escultor y retablista granadino afincado en Lucena fue el verdadero autor de la imagen, realizada por encargo de Francisca Rosalía Curado, siendo hermano mayor de la Archicofradía del Carmen, entonces responsable de la imagen, Fernando Recio Chacón.
El segundo documento, fechado en 1804 y firmado por el imaginero lucentino Andrés Cordón, detalla una intervención significativa sobre la imagen, encargada por Francisco Curado y Fajardo. Según los estudios acometidos por los restauradores, esta intervención de manos de Cordón consistió en el retallado de algunas partes del rostro, la aplicación de ojos de cristal y dientes de marfil, y la aplicación de una nueva policromía, elementos que contribuyeron a la mejora estética de la obra.
Los mismos estudios han demostrado que Pedro Muñoz de Toro intervino la imagen a mediados del siglo XIX, dejando su impronta artística en la policromía algo que, con el paso del tiempo, condujo a la confusión sobre su autoría original. La falta de documentación previa había consolidado esta atribución errónea, corregida ahora gracias al hallazgo de estos valiosos escritos.
Ambos documentos han sido digitalizados y los originales protegidos para su mejor conservación. Igualmente, se han reintroducido cuidadosamente en el interior de la imagen junto a un nuevo escrito que documenta el proceso de restauración actual, creando así una cápsula del tiempo para las generaciones futuras.