A las once de la noche, en el reloj de la plaza Nueva, en la campana fúnebre del Silencio, en los repelucos del alma. A las once, en punto y en sombra absoluta de la noche, se abren las puertas de San Mateo.
Un cortejo enlutado de roncos tambores con blancos antifaces abre el camino, el sonido rotundo, estruendo acompasado que encoje el corazón del que lo contempla, el alma dispuesta, los sentidos agudizados ante lo que ha de venir, tras el rotundo estruendo callado, la quietud, las blancas luminarias, largas filas, caminan sin pausa, la estela de blancas puntas afiladas avanza en la noche oscura y, de pronto, entre cuatro antorchas emerge la figura del Misericordioso crucifijo que nos trae la Salud en su plácida muerte.
Es izado, cual estandarte triunfante que vence a toda oscuridad, se entona el rezo, la plaza enmudece, las calles se postran ante su efigie y, de pronto, vuelve a los hombros de sus hermanos… Y así comienza la historia, no hay comienzo más hermoso en la noche oscura lucentina.Un trabajo de @gitanitofotografia @gitanitophoto para Videoluc TV.