En San Pedro Mártir, en la penumbra y la oscuridad del templo dominico la imagen del Gran Poder de Dios en el momento de su santo entierro recorrió las naves de la iglesia bajo la atenta mirada, siempre iluminada, de Jesús Nazareno. Trágicos los momentos de la pasión que el mismo Señor contempla rememorando su destino, destino que, a su vez, se tornará en Resurrección.
Un viernes de dolores en el que Lucena ya siente palpables los instantes previos de los días grandes.
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