El domingo de Jesús, así es el domingo de pasión en Lucena.
Las cuatro de la tarde, suenan las campanas de la capilla y el mayordomo se dispone a abrir la puerta, en el dintel se nos anuncia, JHS, dentro mora Jesús, el Nazareno, el Señor de la ciudad. Ya se abre la puerta de par en par, al fondo, majestuoso, aparece el Señor sobre su preciosa peana, imponente y, en el baldaquino, Ella, la madre del Socorro.
Avanza la tarde, Curados arriba la cola de fieles es incesante, ya llega el olor a Jesús, el olor a pebete, ese olor que nos lleva a la madrugada y la mañana del Viernes Santo.
Las lágrimas de los más mayores, las miradas de los más jóvenes, la caricia tierna a los pies desnudos del Señor, las oraciones musitadas, las palabras que no se dicen con los labios, pero sí con la mirada y con el corazón y, de repente, estruendo de tambores, va llegando la hora del miserere, el perdón y la primera bendición, el llanete enmudece, el Señor aparece en el dintel, a sus pies su cuadrillero, emocionado y su hermano mayor. Se cantan los motetes, llega el perdón, Lucena canta con fervor y, de pronto, el estruendo del tambor, el sonido del torralbo, los vivas a Jesús y, el Señor, nos da su primera bendición con la cruz de plata de los devotos sobre su hombro y la túnica, preciosísima, de las rosas. Ya lo volveremos a ver, a hombros de santeros, a las seis de la mañana del Viernes Santo.
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