La eucaristía contó con el acompañamiento musical de Antonio Nieto y Román Carmona, que con sus cantos ponían el broche de oro a la eucaristía.
En el Real Santuario de María Santísima de Araceli y ante la Patrona de Lucena y el Campo Andaluz, Antonio Molina Contreras iniciaba la Ofrenda de Frutos destacando la importancia “del pan amasado con los trigos de nuestra campiña, el aceite de nuestros centenarios y renovados olivares y el vino de uvas de oro viejo de viñedos seculares”.
Durante el desarrollo de la eucaristía presidida por el Vicario Episcopal de la Campiña, David Aguilera Malagón, el oferente resaltó que la ofrenda tiene una “triple intención” al ser una ofrenda de acción de gracias, de súplica y de compromiso.
Aseguró que es una ofrenda de acción de gracias “porque huele a pan tierno en nuestras casas cada día, porque no nos falta el alimento más sencillo”, “por el aceite que proporciona al hombre fuerza y belleza, lo cura y lo alimenta” y “por el vino, producto de nuestra cultura, que simboliza la alegría y la fertilidad que no es otra cosa que la sucesión de muerte-vida que representa la vida”.
Para el oferente, es una ofrenda de súplica porque “pedimos protección para esta tierra y sus gentes, como nuestros padres hicieron decenas de veces en siglos pasados, siempre que estuvieron necesitados de tu ayuda y amparo”, y recordó cómo en los años duros de sequía “acudían a Ti los lucentinos, Madre de Dios y Señora nuestra a quien a este lugar tiene por abogada para que de la Sierra bajaras en su ayuda y estabas en nuestro pueblo hasta que la lluvia bienhechora calmaba la sed del campo y colmaba las esperanzas en ti depositadas como mediadora ante Dios”.
Y es una “ofrenda de compromiso con los hombres y compromiso con la tierra, dijo Molina Contreras, haciendo mención a los millones de seres humanos que mueren de hambre en el mundo e insistiendo en que “el problema no está en la producción, sino en la buena voluntad, en la responsabilidad y en el sentido de la justicia”. Añadió la necesidad de “comprometernos también con la Tierra” porque “no podemos destruirla, no es nuestra, la recibimos de nuestros padres y, si queremos, será de nuestros hijos si la cuidamos, si no la envenenamos, si ponemos remedio a su degeneración”.
Antonio Molina Contreras concluyó su disertación pidiendo a la Virgen de Araceli “que el aceite que te ofrecemos suavice y cure las heridas y fortalezca a todos los hombres en el camino de la vida, que el humilde pan que te traemos sacie el hambre del cuerpo y del espíritu en todos los rincones de la tierra. Y transforma, bondadosa, nuestros miedos y fracasos, nuestras penas y dolores, en vino generoso de alegría”.
La eucaristía contó con el acompañamiento musical de Antonio Nieto y Román Carmona, que con sus cantos ponían el broche de oro a la eucaristía.