Llegaba pasito a paso, lenta, dejándose ir, lo mismo iba que venía, se posaba en el suelo y volvía a volar, pero, tras una larga noche iba llegando, poquito a poco, hasta sus hijos que llegaron desde la tierra donde Ella con el dulce nombre de Araceli cobija a todo un pueblo, hasta unos hijos que dejan caer las eses con esa cadencia tan lucentina, tan propia de estas tierras cordobesas, la perla que fuera de Sefarad, la puerta de entrada a la Subbética, el Pastorcito ya impaciente le decía a su madre que allí esperaba Lucena en “simpecao” rojo y oro y sus almonteños la llevaron hasta las plantas de ese “simpecao” donde Eugenio, el consiliario de la Hermandad la llamaba con los brazos en alto para rezarle una salve emocionada y unos vivas salidos desde lo más profundo. Lucena se derramó en esa salve y brotaron las lágrimas de amores hacia Ti. Toda la magia de tu mirada baja se posó en los corazones que desde Lucena arribaron a la ancha marisma almonteña.
Todo se cumplió un año más y se renovaron las emociones por los que no están ya, los que se tuvieron que quedar, los que no volverán y los que el año que viene volverán a levantar ese “simpecao” con fuerza ante el empuje de fe y la marea de hombres bravíos que te llevan a cada salve con cada “simpecao”.
Texto y fotografías: @gitanitofotografia @gitanitophoto para Videoluc TV.