Se abría la luz a tu cara, el sol se colaba desde las calurosas seis de la tarde por el cañón abierto del portón de San Mateo, Tú, regia, soberana, imponente, divina, sublime, emperatriz y poderosa esperabas el ramillete de blancos santeros que ya, con el calor en la espalda venían deslumbrando sus albas túnicas por el centro de la plaza Nueva con el toque poderoso y alegre del tambor, estruendo nervioso, almohadillas bajo el brazo y, al fondo del corredor inmenso de la plaza mayor de Lucena los esperabas Tú, divina Araceli.
Mantillas y más mantillas de las cortes aracelitanas se desgranaban como flores blancas y multicolor por la plaza de las plazas, el estandarte de la obra pía, las plumas blancas de Campillos y su potencia cornetera, la agrupación de la Humillación, el estandarte azul, la corte de damas, más varas, más mantillas, más varas, gentío y, de pronto, tu presencia en el cancel de la parroquia esperando el toque nervioso de las ocho de la tarde y… te hiciste presente a Lucena, gran Señora. La tarde no quería marcharse sin besarte la cara.
Texto y fotos: @gitanitofotografia @gitanitophoto para Videoluc TV.
