Viernes, 2 de mayo, primer viernes de mayo. Las nueve menos cuarto de la noche, de la tarde-noche de primavera aún con aromas tardíos de azahar que nos recuerdan que hace muy poco la historia que se contaba era otra bien distinta. La gloria de la Resurrección de la primavera, la gloria de trae Araceli en su mes. Todo comienza, de nuevo, como siempre, pero cada año, diferente. Nueve menos cuarto de la tarde ya casi noche, las luces se hicieron anagrama de María y velones de Lucena en la plaza eternamente Nueva.
El desfile de la corte y de la Aracelitana Mayor hasta San Mateo, del brazo del alcalde de la ciudad y escoltados por los maceros. Así hasta el presbiterio de la parroquia. Se proclamaron las damas y Aurelio Fernández, como alcalde de esta mariana ciudad de Lucena daba en proclamar a Doña Laura María de Araceli Gutiérrez Ramírez como Aracelitana Mayor de esta muy noble ciudad.
Acto seguido y tras las palabras del secretario de la Real Archicofradía, Doña Clara Ramírez Baum tomaba la palabra en el atril de la mayor de San Mateo para presentar al pregonero de las glorias de María, su padre, Don Rafael Ramírez Ponferrada, cordobés de nacimiento, lucentino de adopción y convencimiento, un hombre de Jesús Caído, el Cristo del barrio torero y piconero de Santa Marina, que vive en el altozano del carmelo cordobés de San Cayetano. Y es que, desde que llegó a Lucena, Rafael, no se puede tener nombre más cordobés, dicho sea de paso, se convirtió en un hijo más de María bajo su advocación de Araceli y en un lucentino más, enamorado de las costumbres de esta singular y peculiar ciudad. Un pregón que brotó desde lo más profundo de su ser aracelitano, cristiano y con sus pinceladas, no podía ser de otra manera, flamencas, con la voz de “El Califa” por fandangos de Lucena.
Un trabajo para Videoluc TV.
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