La noche callada, oscura en la penumbra de la capilla de Dios Padre. Las puertas, con un sonar metálico de cerrojo se abre y, de la oscuridad, brota una silueta blanca que da luz en lo oscuro. El milagro se vuelve a obrar y, en la noche lucentina, la nívea túnica de Jesús Preso bambolea el caminar del que vino a dar luz con las manos atadas.
De Preso a Nazareno, solo hay Jesús en un viernes de cuaresma.
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