TRASLADO DE MARÍA STMA. DE ARACELI AL CONVENTO DE LA MADRE DE DIOS.

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Durante la mañana de este caluroso domingo de abril, el sol salía a la calle para iluminar la belleza de la que es Ara sagrada del Cielo y dar sus rayos, su calor y su color a la que ha llenado de luz, de amor, de sentimientos y de aromas las calles de Lucena.

De un cenobio agustino al cenobio franciscano de la Madre de Dios, recibiendo en el llanete de la Capilla la bendición del Señor, del Hijo de la Madre, los dos pilares que sustentan a Lucena cara a cara, frente a frente, argéntea cruz de plata y túnica persa bañada por el sol de la mañana, rostro sereno y triste ante la alegría de ese mismo Nazareno hecho niño sobre los brazos de su Madre, no la quería mirar de frente como no queriendo mostrar su sufrimiento y el padecimiento de llevar sobre su hombro la cruz de Lucena, pero, Ella, lo miraba como miran las madres con un amor infinito y, Lucena, se llenó de bendiciones.

De la capilla a Dios Padre ante Jesús Preso para llegar ante la bella Aurora donde se desgranaron coplas con aroma a octubre y a nardos a mayor gloria de la que es Aurora del Cielo y Altar de Lucena.

Por Santo Domingo, ante el Mayor Dolor y la Sangre de Cristo, la Virgen se fue dirigiendo ante el calor de la tarde ya a las puertas del convento de la Madre de Dios y, tras sus pasos, el santo de Asís como anfitrión de la gran Señora en su casa franciscana.

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