El Rocío del reencuentro le llaman a esta romería de 2022 tras tres años sin caminos y, sí, el del reencuentro con los carriles de arena, de las aguas de un río que se convierte en Jordán para el rociero, de tragar polvo, de que el tono de la piel vaya siendo castigada por el sol, año del reencuentro con los pies cansados, con los pañuelos cubriendo el pelo, de las varas com romero polvoriento que sirven de sostén al cansado peregrino, el del reeencuentro, sí, el de ese peregrino con sus zapatillas o con sus espartos llenos de arena, de cansancio, de emociones, de lágrimas, de sentimientos. Salves en el río, bautismos de los que vienen por primera vez, fuerza para subir la pendiente con la carreta del Simpecao, el sesteo en los pinares, las crudezas del sol castigando la tarde para llegar hasta Villamanrique donde, el contador se puso a cero y, como un suspiro, la primera que se presentaba ante la primitiva filial subió los siete escalones de los porches benditos de Santa María Magdalena y la salve, los vivas, la emoción de los dos muleros fundidos en un abrazo infinito, las lágrimas de los peregrinos, todo volvía a cobrar sentido tras tantas ausencias. Lucena hoy ya pernocta en Palacio y, mañana, entrará por el puente del Ajolí a la tierra prometida de Santa María de las Rocinas, todo, por fin, recobra su sentido.