La tarde se abría con la cofradía de la Santa Fe desde la capilla de Dios Padre a eso de las seis y media de la tarde que, con la alegoría de la Fe y sus dos titulares de Cristo en el Lavatorio de los pies a San Pedro y Jesús, ya preso y sentenciado, caminaban hacia la estrechez de flores para, sin solución de continuidad y, tras atravesar el llanete como un trueno en la tormenta, el Señor de la Columna, flagelado y ultrajado, aunque en loor de multitudes por las calles de su barrio abriera la tarde de cofradías de su barrio. El verde manto de la Esperanza, se perdía en esa estrechez cuasi imposible de las Flores. Atrás, Jesús Caído, también desde Santiago, con su aire decimonónico y su arrolladora personalidad se abría paso con fuerza y, tras el Señor caído, la dulzura de la Salud de su Madre bajo palio con aires clásicos, con un cuidado adorno floral e impecalbe sencillez y empaque. Para culminar la jornada, el imponente crucificado de la Sangre con su s doliente tan barroca. Tras su sangre derramada, la madre encarnada del Mayor Dolor.
Todo está dispuesto y consumado este Jueves Santo, nos queda en unas horas volvernos a estremecer con el toque del torralbo, el color morado, la cruz argéntea del Señor, el aroma de los pebetes y la túnica de las uvas. En unas horas, el Señor volverá a dar la bendición en la Plaza Nueva.
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