Un jueves que reluce más que el sol, nunca mejor dicho. El refrán, en esta ocasión, se cumple a la perfección.
Amaneció un Jueves Santo espléndido, con el sol cayendo a chorro sobre la plaza Nueva que, a las doce en punto, abría sus puertas para que saliera el Señor de la Caridad ante Herodes con su túnica blanca, la cual, el propio Herodes ordenó imponerle. El más cuerdo entre los cuerdos denostado como un loco.
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