Es domingo de pasión en Lucena, la campana de la torre de la capilla marcan las cuatro de la tarde con su peculiar sonido, se abren las puertas de la fe de Lucena, se abren las puertas de la devoción de un pueblo, sube al aire el primer cohete ¡cuánto echaba en falta ese sonido durante toda la cuaresma en Lucena! Y, al fondo, mayestático con su nueva túnica de las rosas aparece el Señor, a los pies del altar de su capilla, el altar lo corona la bella madre del Socorro.
Son las cuatro de la tarde, ya huelen los pebetes del Señor que inundan con su fragancia todo el llanete, se siente, se intuye, ya llegan los mas tempraneros a ver al Señor, el que marca las horas del reloj sentimental de Lucena. La junta de gobierno pasa ante Él, llega la foto de familia y, el pueblo espera, los fotógrafos se impacientan, y se desgrana el más bello pregón no escrito de Lucena. Los ojos vidriosos de los más mayores, la ilusión de los más pequeños, los que tienen que ir llevados por quienes los cuidan porque la edad ya no les deja llegar por sí solos a las plantas del Señor, la emoción es contenida ¡cuánto necesitaba Lucena de este domingo de Pasión!
Son las cuatro de la tarde y, Lucena, es más verdad, se va destapando ese tarro de su esencia más pura, la indiscutible y la de verdad. Son las cuatro de la tarde y, el Señor, recibe a su pueblo para bendecir con su mano y atrapar en sus ojos las súplicas de Lucena.
Son las cuatro de la tarde y, en solo unas horas, y tras tres años de espera, llegará una nueva bendición para escribir, de nuevo, la historia más bella de Lucena.
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